Con el crecimiento
exponencial que experimentó el Camino Neocatecumenal en la década de los 80[1], muchos Obispos y conferencias episcopales
(fundamentalmente europeas[2] y
latinoamericanas[3])
comenzaron a solicitar información a la Santa Sede acerca de las celebraciones eucarísticas de las comunidades y a reclamar un documento vaticano que confirmase de
manera explícita la validez de las modalidades y prácticas litúrgicas que realizaban, al
considerar insuficiente o ambiguo las notas emitidas por la Congregación del Culto Divino en los
años setenta. Algunos Obispos llegaron a prohibir, incluso, las celebraciones
de la Eucaristía el sábado por la noche y en algún caso la misma existencia de
comunidades en su diócesis, al no tener claras las funciones y misión de estas comunidades en la parroquia. Mientras en la diócesis de Roma, el Sumo Pontífice
Juan Pablo II, en aquellas mismas fechas confirmaba[4] y
animaba el crecimiento de las comunidades en las parroquias que visitaba de su
diócesis de Roma y a las que mostraba públicamente su afecto y cariño[5].
Siguiendo las
indicaciones de Juan Pablo II y ante las incertidumbres y contrariedades
acaecidas, Mons. Giulio Salimei,
entonces Obispo auxiliar de Roma, quiso salir
al paso de los sectores más críticos para arrojar luz a algunas dudas mostradas
por algunos prelados y conferencias episcopales, mientras se resolvía la
cuestión jurídica referente al funcionamiento e inserción del Camino en la
parroquia. Mediante la publicación en 1987 de un artículo sobre el Camino[6] ,
titulado ‘Neocatecumenales, problema o desafío pastoral’ Mons. Salimei buscó
responder y defender la realidad que se estaba gestando en numerosas parroquias,
presentando, frente a los más escépticos,
el Camino no como un problema, sino como una respuesta a un problema, en
referencia a la secularización que empezaba a extenderse por toda Europa. En su
escrito acentuaba ciertamente la novedad de un carisma que hundía sus raíces en
el Catecumenado de la Iglesia
primitiva, ausente durante siglos en la Iglesia y que no había hecho más que empezar, por
lo que pedía paciencia y discernimiento para no ahogar la semilla que comenzaba
a crecer.
Por otro lado la
respuesta definitiva por parte del dicasterio competente para discernir y
autorizar lo relacionado con la liturgia en la Iglesia tampoco se hizo
esperar. Por expreso deseo del Papa, y habiendo analizado las modificaciones
propuestas por los iniciadores para la celebración eucarística, la Congregación para el
Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos publicó el 19 de diciembre de 1988
la ‘Notificación
sobre las celebraciones en los grupos del Camino Neocatecumenal’[7]
que será la primera declaración que abordará de una manera explícita las
principales novedades litúrgicas de la Eucaristía en el Camino que estaban suscitando
mayor recelo en algunas diócesis.
En su mens el entonces Prefecto, el Cardenal
Eduardo Martínez Somalo, enumeraba y aprobaba todas las modalidades de la praxis litúrgica-eucarística del Camino
previstas. La misma proponía responder a las ‘muchas consultas, incluso de parte de los obispos, sobre la celebración
de la Eucaristía
en los grupos del llamado Camino Neocatecumenal’.
Dividida en tres
pequeños apartados, el documento de la Congregación declaraba por un lado legítimas las eucaristías particulares que celebraba
de manera individual cada comunidad dentro de la parroquia, con motivo ‘de
una formación específica que les es propia’ alegando que cumplían con lo establecido en las ya indicadas instrucciones
Eucharisticum mysterium y Actio pastoralis[8]
publicadas tras el Concilio; aclaraba
y confirmaba la posibilidad de que los neocatecúmenos pudieran ‘recibir
la comunión bajo las dos especies, siempre con pan ácimo’ y por último permitía realizar el rito de la paz antes del
ofertorio, trasladándolo ‘ad
experimentum después de la plegaria universal’[9].
Como última consideración confiaba a los ‘ordinarios del lugar’ la autorización para la realización de
dichas celebraciones en sus diócesis.
La notificación terminaba con toda una declaración de intenciones a cerca
de la necesidad de promover y custodiar tales celebraciones por parte de los
Obispos: ‘Se exhorta vivamente a los
pastores de almas a profundizar y considerar el valor espiritual y formativo
de estas celebraciones. Éstas logran su finalidad únicamente si conducen a
los participantes a una mayor conciencia del misterio cristiano, al incremento
del culto divino, a la inserción en la comunidad eclesial y al ejercicio del
apostolado y de la caridad entre los hermanos’.
Quedaban así
autorizadas las celebraciones eucarísticas de las comunidades con la aplicación
de las ‘novedades litúrgicas’ que se habían solicitado y que habían sido ya
previstas por el Concilio. Pero para que no quedara un ápice de duda sobre la
legitimidad, catolicidad y validez de la praxis eucarística del Camino, pocos días
después de la
Notificación , el 30 de diciembre de 1988, el mismo Papa Juan
Pablo II quiso presidir personalmente en el centro ‘Siervo de Yavhé’ de Porto
San Giorgio[10]
la Eucaristía[11]
de envío de 72 familias del Camino a la misión, siguiendo el modo de celebrar
de las comunidades que la
Congregación para el Culto había aceptado. El gesto del
Pontífice supuso en aquel momento un verdadero reconocimiento de la importancia
del Neocatecumenado para la
Iglesia en su síntesis litúrgica, y un espaldarazo que se vio
poco tiempo después confirmado con su carta Ogniqualvolta[12],
que significó, según Mons. Ricardo Blázquez (actual Presidente de la Conferencia Episcopal
Española) ‘un hito en el discernimiento
eclesial del Camino’[13]
ayudando así a comprender y confirmar su identidad teológica y eclesial como
itinerario de formación.
Para el liturgista P.
Farnés la Notificación
de 1988 sobre la liturgia fue ‘una
respuesta oficiosa por parte de la Congregación a las frecuentes consultas que
llegan por parte de Obispos, que desean clarificar cómo deben actuar frente a
las comunidades neocatecumenales (…) La Notificación interpreta, pues, que en las misas
que celebran las comunidades neocatecumenales en concreto pueden darse las
condiciones a las que alude Eucharisticum Mysterium –fomentar la vida cristiana
o el apostolado (30)- y por ello responde a los obispos que pueden (no que
estén obligados) autorizarlas (la
Nota no responde directamente a las comunidades
neocatecumenales sino a los obispos)’[14].
Por tanto la resolución
del dicasterio competente en materia litúrgica se puede considerar como una
recomendación exhortativa que no se limitaba únicamente a decir negativamente
que los documentos anteriores no obstan a que los Obispos puedan autorizar las
misas de referencia, sino que además positivamente les invitaba a velar y
defender la plena eclesialidad de las mismas, evitando que fueran subjetivamente
interpretadas como celebraciones al margen de la familia eclesial. Siempre es
el obispo el último responsable de la vida cristiana de los fieles y de la
unidad de la familia eclesial, por lo que él es quien debe juzgar sobre las
maneras como esta unidad debe manifestarse en la práctica.
A continuación publicamos el texto de la Nota:
NOTA DE LA CONGREGACION
PARA EL CULTO DIVINO Y PARA LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS SOBRE LAS CELEBRACIONES
EN LOS GRUPOS
DEL “CAMINO NEOCATECUMENAL”
La Congregación para el
Culto Divino y para la Disciplina de los Sacramentos ha recibido muchas
consultas, incluso de parte de los obispos, sobre la celebración de la
Eucaristía en los grupos del llamado “Camino Neocatecumenal”. A este respecto,
y sin prejuzgar intervenciones posteriores, este Dicasterio declara lo
siguiente:
Las celebraciones de
grupos particulares reunidos para una formación específica que les es propia
están previstas en las Instrucciones eucharisticum mysterium, del 25 de mayo
números 27 y 30 (AAS 59.1967, 556-557) y Actio pastoralis del 15 de mayo de
1969 (AAS 61, 1969 806-811).
La Congregación permite
que de entre las adaptaciones previstas por la Instrucción Actio pastoralis en
los números 6-11, los grupos de dicho “camino” puedan recibir la comunión bajo
las dos especies, siempre con pan ácimo, y trasladar “ad experimentum” el rito
de la paz después de la plegaria universal.
El Ordinario del lugar
deberá ser informado habitualmente o “ad casum”, del lugar y del tiempo en el
que se desarrollen esas celebraciones: éstas no se podrán hacer sin su
autorización.
Con ocasión de esta
declaración, la Congregación reafirma lo que se dice en las Instrucciones antes
mencionadas, y de modo especial la recomendación siguiente:
“Se exhorta vivamente a
los Pastores de almas a que consideren y profundicen el valor espiritual y
formativo de estas celebraciones. Estas alcanzan su finalidad sólo si llevan a
los participantes a una conciencia mayor del misterio cristiano, al incremento
del culto divino, a la inserción en el
conjunto de la comunidad eclesial, y al ejercicio fecundo del apostolado, y de la
caridad hacia los hermanos” (Actio pastoralis).
Desde la Sede de la
Congregación para el Culto Divino y para la Disciplina de los Sacramentos, a 19
de diciembre de 1988.
EDUARDO MARTÍNEZ SOMALO
Card. Prefetto
+ VIRGILIO NOÈ
Arciv. tit. di Voncaria
Segretario
[1]
Hacía 1987, veinte años
después del inicio en las barracas de Madrid, las Comunidades Neocatecumenales
se habían extendido a más de 70 países,
560 diócesis, y 2.700 parroquias.
[2]
Mons. Aldo del Monte,
llegó a prohibir en su diócesis italiana de Novara el Camino, al igual que el
Obispo de Brescia, Mons. Bruno Foresti, que en 1986 prohíbe que se den nuevas
catequesis en las parroquias y las celebraciones eucarísticas propias de las
comunidades. El 2 de marzo de 1986 la Conferencia Episcopal
de Umbría, aun reconociendo la labor del Camino en las parroquias, realizó un
escrito donde presentaban algunos puntos de discrepancia, entre ellos algunos
referidos a la forma de celebrar la Eucaristía , llegando a solicitar el
pronunciamiento de la
Sede Apostólica. En España en 1983 se vivió una situación
similar en la diócesis de Almería.
[3]
Osvaldo D. Santagada,
consultor del Instituto teológico del CELAM (Conferencias episcopales
latinoamericanas) realiza en 1986 un trabajo de estudio sobre el Camino
Neocatecumenal, analizando la teología, antropología, moral, eclesiología y
cristología de las comunidades.
[4]
En 1983 el Papa Juan Pablo II presidió en los jardines vaticanos la Misa con los iniciadores del
Camino y un grupo de seminaristas surgidos de las comunidades, siguiendo las
prácticas habituales de las comunidades, y en 1987 presidió la Eucaristía en
Castelgandolfo para enviar las primeras familias del Camino a la misión.
[5]
“Deseo sobre todo deciros que os quiero,
viéndoos en tan gran número, reunidos todos juntos: adultos, jóvenes, muchachos,
niños, con vuestros sacerdotes. Os quiero. He seguido con interés las
informaciones facilitadas por vuestro presbítero. Debo deciros que no es la
primera vez que escucho su palabra y también su entusiasmo por el movimiento
neocatecumenal que, al ser “camino”, es también movimiento. Luego he escuchado
con interés el testimonio de vuestro primer catequista (…) Pero hay algo más:
muchos poseen la fe, pero vosotros habéis recorrido un camino para descubrir
vuestra fe, para descubrir el tesoro divino que lleváis en vosotros, en
vuestras almas. Y habéis hecho tal descubrimiento descubriendo el misterio del
bautismo”S.S Juan Pablo II visita a las comunidades de la parroquia de los
Mártires Canadienses de Roma, 2 de noviembre de 1980. Cf L’Osservatore Romano 3-4 de noviembre de 1980, con inclusiones
de la grabación.
[6] Cfr. Neocatecumenali, Problema o Sfida Pastorale? Settimana n. 31 (6 de septiembre de 1987)
[7]
Cfr. Cardenal Martínez Somalo. Ciudad del Vaticano, 19 de diciembre de 1988.
Publicado en L’Osservatore
Romano el 24 de diciembre de 1988.
[8] Eucharisticum Mysterium (27 y 30) y Actio
Pastoralis (ASS 61, 1969, 806-811).
[9]
En el 2005 el Sínodo de
Obispos sobre la Eucaristía
solicitó estudiar la posibilidad de hacer esta práctica extensiva en la Iglesia , como ya preveía
el Rito Ambrosiano, para darle mayor importancia al gesto de la paz y
poder cumplir con el precepto evangélico
‘ponerse a bien con el hermano antes de ofrecer una oblación a Dios’. ‘El saludo de paz en la
Santa Misa –recuerda la proposición- es un signo expresivo de gran valor y
profundidad (Cf. Juan 14,27). Sin embargo, en ciertos casos, asume una
dimensión que puede resultar problemática, cuando se prolonga demasiado o
incluso cuando suscita confusión, justo antes de recibir la Comunión. Quizás
sería útil valorar si el signo de la paz no debería situarse en otro momento de
la celebración, teniendo en cuenta costumbres antiguas y venerables’.
[10]
Centro Diaconal
internacional del Camino Neocatecumenal para la nueva evangelización, situado
en la localidad italiana de Porto san Giorgio, en la diócesis de Fermo.
[11]
En la Eucaristía
Juan Pablo II estuvo acompañado como con-celebrante del
Prefecto de la
Congregación para el Culto, el Cardenal Mons. Martínez
Somalo.
[12]
Carta dirigida por S.S Juan Pablo II a Mons. Paul Joseph Cordes, encargado ‘ad
personam’ para el Camino, como ‘Breve Pontificio sobre las Comunidades Neocatecumenales’. Fechada el 30 de Agosto de
1990, fue publicada en el AAS 82 (1990) pp.1513-1515 y reproducida en el
Bolletino de la Sala
de Prensa de la Santa Sede
(n.355/90 del 10 de septiembre de 1990). En la carta Juan Pablo II reconoce ‘el Camino Neocatecumenal como un itinerario
de formación católica, válida para la sociedad y los tiempos de hoy’.
[13]
Mons. Ricardo Blázquez.
Ecclesia núm. 2508 (29 de diciembre de 1990) pp.34-38 – Comentario a la carta
del Papa sobre el reconocimiento del Camino Neocatecumenal.
[14]
P. Pedro Farnés - la celebración
eucarística en pequeños grupos. Pag. 292.
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