domingo, 25 de diciembre de 2022

¿Qué es la Adoración en la Eucaristía?

A menudo podemos creer que la adoración al Señor en la Eucaristía se da en algún momento especial del rito, o que esta tiene relación únicamente con momentos de recogimiento, silencio o contemplación. Pero ¿qué es exactamente la adoración al Señor que se da en el sacramento de la Eucaristía? Carmen Hernández enseñaba en la catequesis sobre los orígenes de la Eucaristía que estaban en la Pascua hebrea: La palabra "Eucaristía", en su sentido originario, y en el que tiene para la Iglesia primitiva, como veremos, no es eso. "Eucaristía" para ella es ante todo lo que expresa el término hebreo "berakhá". Eucaristía es esencialmente la respuesta a la intervención de Dios. La intervención de Dios provoca inmediatamente una respuesta exultante, una fiesta. El corazón de la Eucaristía es la exultación, la alegría, la fiesta, un gozo impresionante. La intervención de Dios en María provoca inmediatamente en Ella el Magníficat (cf Lc 1,46-55). El Magníficat es una berakhá, una verdadera Eucaristía, una verdadera respuesta de exultación.

Esta alabanza, exultación y gozo forma por tanto parte de la adoración a Dios. Así lo confirma precisamente el Catecismo de la Iglesia Católica: Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el “Magnificat”, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (CIC nº 2097)

Y esta adoración además no es únicamente 'fuera de la Misa' con la reserva del Santísimo, sino que se debe hacer presente en la celebración propiamente de todo el Sacramento eucarístico, donde está su culmen, pues se hace presente la actuación e intervención de Dios en la historia a través de su hijo Jesucristo presente en las Sagradas Especies. Recogemos un artículo del P. Joan Antoni Mateo, de la diócesis española de Urgell, hablando de la adoración en la Eucaristía.



ADORAR



Me preguntaban hace poco por la adoración eucarística y cuándo debe realizarse en una parroquia. Cada vez que celebramos la Santa Misa debemos adorar. A menudo se confunde la adoración debida a la Santísima Eucaristía y el culto eucarístico fuera de la Misa. La Santa Misa es el acto por excelencia de adoración a Dios y sería incomprensible sin la adoración de Jesucristo realmente presente en el Sacramento.

Participando de manera correcta a la Misa tributamos la debida adoración a la Eucaristía. San Agustín, hablando de la comunión eucarística afirmaba que “pecaríamos si la comiéramos sin adorar”. La adoración brota de la fe ante la presencia de Dios a quien debemos y queremos darle el primer lugar, por encima de todo.

El Código de Derecho Canónico establece: “… el sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan. Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación”.

La Adoración Eucarística debe considerarse unida siempre a la Santa Misa, como prolongación de ella, y constituye una de las formas de culto más importantes de la vida de la Iglesia. El culto eucarístico fuera de la Misa contribuye poderosamente a vivir mejor la misma Misa. Desde los inicios hay una conciencia clara de la presencia de Cristo en las especies eucarísticas, pero fue desde el siglo XI cuando comenzó la adoración eucarística tal y como la vivimos hoy.

Podemos participar también con la “comunión-adoración espiritual” y prolongando un poco la adoración y acción de gracias después de comulgar. Recuperar la vista al Santísimo. También es bueno recordar que es posible la adoración eucarística desde casa, especialmente por parte de ancianos y enfermos, cuando no podamos hacerlo presencialmente. Y no olvidemos los gestos corporales de adoración cuando la salud nos permita hacerlos, en especial el noble gesto de arrodillarnos durante la consagración. Como decía Saint Exupery, el autor de Le Petit Prince, el hombre nunca es tan grande como cuando se arrodilla ante Dios.


Fuente: https://www.infocatolica.com/blog/conversando.php/1711010605-adorar

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